16.12.05

ESTA CASA


V



Saliva de agua dulce, marquesina en puerta. Fúricos enormes los pasos que bajo
tu hombro duermen. Ved entonces la tranquilidad insomne, parda. Callejón de piedra
y telaraña vieja. Escalones construidos de dos en dos. Tres en tres. Jóvenes piernas que
los corren hasta alcanzar la cima de un equívoco. Golpe. Golpe duro sobre vientre, cara,
espalda. Escalera inútil donde nadie baja. El dolor siempre es hacia arriba. Derriba.
El dolor es siempre carne.

15.12.05

ESTA CASA



IV


Ciertas maneras de veras que no. Ni cuándo. Ni cómo. Porque entera mordí el amor
hasta la punta de los lápices: Alpinos ápices de madera lo que te quiero yo. Cumbre.

14.12.05

ESTA CASA


III


Cuando entré a la casa tuve que decir ventana. Ventana de golpe. Caída. Tenía la tela de
los pies manchada. Sublimes gotas negras de tierra. Rojas. Apenas era el tiempo de las
niñas. Esas niñas dulces de saliva y agua. Olor a nardos y mayos de tardes blancas.
Gruta enorme.

La nube nimba. El rayo de la luz se fractura. Todo es límpido en esa atmósfera dentro de
la cabeza. Cambios de estaciones sin lluvias, pasto que no crece.

Tú, la que estás tan lejos, ¿alcanzas a verme? Porque yo veo las manchas y la luz que
rompe. Meto el dedo en la grieta gruta pero no hay agua. La tierra siempre está seca.
Nunca la sed fue hosca. Ingenua el agua del río que corre.

Tengo un aquí no hay nadie junto a la espalda. El ruido de alguien a quien no veo.

13.12.05

ESTA CASA


II



Porque de la entraña diminutas filosas piedras los granos de sal. Diminutas, filosas
piedras los granos de azúcar. Los codos sobre veintiúnica mesa. Y el libro, el equinoccio,
el hombre que leía la sal. La gente que bebía el azúcar. Milagrosos los años sin tiempo
alrededor de la madera. El fuego. Amaneceres de fuego frugal. Amaneceres de fierro
contra las puertas. Amaneceres ladridos de perro. Amaneceres ventanas abiertas de
vidrios y cerrojos rotos. Rotos los ojos. Amaneceres altos, altísimos: Tan altos, que la noche.

¿Dónde está la luz que abría nuestras puertas de lata? Los limoneros, las limas.
Las idílicas azoteas tapizadas de cobijas. La hierba fresca en el baldío vecino. Vientos de
la Sierra. Lo helado. Lo helado que contusiona acaso el movimiento. La hilera de ropa
sobre barandal recién pintado de boda blanca.

Éramos entonces azúcar y sal. Éramos. Lo que dentro de la mano mantenía inmóvil lo vil.
Y parecía que tú nunca y yo menos. Y parecía ayer de la mano de otro color. Tus aguas
enumeradas tímidamente violentas.

Atento: Siempre.

12.12.05

ESTA CASA


I

Y cómo decir entonces que el brazo entumecido, que las manos. Cómo. Entonces. Cuando
el borbotón de sangre acumula el estallido, la falla. Cuarzos sobre mesa de vidrio. Sobre la
cornisa del ojo. Aquí una grieta imprevisible, entonces: Abre por dentro.

El túnel: interior de una montaña desprevenida y nunca anunciada. Sin voltear atrás.
Sin regreso. Sin retorno. La roca contenida en gran red de araña. Araña humana.
Minera araña. Huecos panales de tierra. Con tierra almibarada y ambarina. La tierra que
entumece. La tierra fragmentada en el mineral de la caída.

Trago rasposo. Trago que raspa. Trago que rasga. Ríspido el risco que ella mira.

El sol: sobre los pechos. Sobre las piernas. Sobre la cara. El sol: alma ennegrecida.
Las nubes que pasan y velocidades increíblemente lentas. La náusea. El hacha que parte.
La sierra que sierra. La sierra que raspa. El sol que ciega. La saliva. Sobre la piedra un
delgado e imaginario hilo de sangre aflora. Fractura. En trece el mundo traiciona.
Algarabía.

¿Qué pasa cuando el cielo se cae encima? El cuerpo, la mente, el alma catalizan. Aceleran.

De acuerdo a todos los procesos. Ya lo han dicho: Razonada y exhaustiva. Ya lo han
dicho: Única. ¿Te acuerdas de ti antes de que? ¿Te acuerdas de ti cuándo?
¿Recuerdas que el sol te machacaba la cara y alcanzabas a sentir los huesesillos de un
algo enterrado bajo las piedras en tu espalda? Como el animal que dentro de una
caja tiene años pudriéndose. Y era tu único amigo. Pero también ahí estaba.
Era una semilla. La parte dura y más compacta: Abre por dentro.

Vamos. No digas que no lo sabes. No digas porque un no viene aquí lento.
Promete. Y los cuervos se conjuntan con todo el negro entre las plumas. Entre las alas.
Picoteándote. Con la ene de no en mayúscula. Como si de veras a alguien le importara.
Como si de verdad. Como si a alguien o a otro o a un otro nadie. ¿Verdad que lo sabías?
Ábrete por dentro. Toda. Deja que te arranque y te parta en dos partes. En muchas varias
partes de tus partes. Contraída.

El despojo dice que la ciencia. Dice que el metabolismo. Dice que los cambios
y la serie de transformaciones corporales. Estoy escribiendo porque también los
mentales y los ornamentales: todo lo que hoy arregla mi casa caída. Esta casa no abre
por dentro.

El pabellón de ojos que es tu cara. El detalle. Por aquí cruza el absoluto y el todo.
La sombra exangüe de una realidad no compartida. Sin partida. Que se no se va. Que aquí
está para no irse nunca. Que aquí está para quedarse. Y te persigue. Aquí está para
sacudir tu brazo entumecido. Que tus manos. Que tu vida. Ella: tu semilla: tu fractura:
tu grieta: tu herida. Podredumbre pobre de alumbre, alambre y ceniza.

8.12.05

UN VIAJE POR EL RÍO NANAY


No es en esos meandros, donde viven los peces de agua dulce, que yo el gran capitán
broadcaster, con cien pesos al mes mientras navego y ciento treinta cuando estoy en
tierra, he sentido terror por lo que resta de mi ordinaria vida. El terror a las garras del
tigre, frías rodajas de cebolla cruda, lo sentí más bien en la terraza de ese bar tenido
por alegre, amasijo de piernas y traseros bajo el ardiente sol, a pocos metros de la Plaza
de Armas, resbaloso igual que la cubierta de un crucero barrido por las olas, clavado en
una roca sobre el río Nanay.

Estamos en la época del año en que las tortugas desovan en la playa y luego se sumergen
río abajo como si huyeran (o se avergonzaran) de sus crías, es decir unos quelonios cega-
tones y fofos buenos para estofarlos a partir del medio año de edad. Ají pipí de mono.
Revuelo de las faldas de algodón abiertas en el muslo hasta esas ancas saladas y perfectas.
Un coleóptero transita entre la luz. Se hace papilla, y sin embargo, quieto es el vuelo del
martín pescador sobre las aguas quietas. Nada hace sospechar los turbulentos,
cardúmenes de peces, girando en lo profundo como moscas en torno al orificio
enloquecido de una dorada real.

También hay un silencio cerril azul de Prusia. Detrás de las persianas de madera, unas
veinte cabezas de ganado cebú se sobajean con tal solicitud que todo hace pensar en un
perverso pacto más oscuro que una deuda de juego o una historia de amor. Por lo
demás, tan solo hay que mirar cómo descienden las aguas del Nanay al pie de mi ventana
para saber que tenemos casi 40 grados a la sombra y 90 % de humedad. Ahora sé que en
los grandes calores debo alejarme de las mantas de lana y de los cuerpos que dan horrible
sed y calientan el aire.

De pronto sin qué ni para qué, termina el pastizal bajo la niebla. Allá donde el paisaje es
un grabado con fresnos, eucaliptos y matas de geranio. Hay además una mujer salpicada
por las altas mareas que revientan contra los farallones. Está casi desnuda y observa una
manada de delfines a prudente distancia. En realidad hay muchas cosas más. Pero ninguna
es tuya diabético tedioso. Calla y aprende. Sólo posees algunas unidades de insulina y una
piara de cerdos amarillos.


Antonio Cisneros
(Lima, 1942)

6.12.05

CIGART SHOP


Llegué a la tienda como hace mucho tiempo no. Me llamaron la atención las nuevas
lámparas en verde. Papel de china alargado a manera de pupas gigantescas.

Ví claramente la nota en los periódicos para el febrero próximo: Mariposas gigantes
salen volando del interior de una tienda de habanos en Rosarito.

Lo supe de inmediato: Caligo Ilioneus.

Claro, ese verde jamás mentiría. El verde que usa en estado larvario este personaje
para camuflajearse entre los cañaverales antes de la zafra. Directamente desde la isla.
Seguro los huevecillos transportados en caja maderita Romeo y Julieta. Que no Cohiba.
Nunca Cohiba. Al contrario, las Caligo son muy sociables. Se prenden de donde más les
gusta y justo crisálidas mientras la vida corre, ellas duermen. ¿Qué digo? Ellas crecen.

Pero ellos no lo saben. Mientras bajo la Gran Pupa suena la máquina registradora
sólo la luz verdeambarina se contonea al ritmo de Depeche Mode: Enjoy the silence.